Aguas Muertas.

Las aguas muertas de vida y sueños. Mudarme a Madrid en medio de una pandemia, ha sido una especie de ensueño. Los viajes a las Islas Baleares y Canarias me ayudaron a recordar mi relación con el horizonte, calmando así mi alma. Siento una conexión muy profunda con el océano, en ocasiones mi imaginación navega con la misma elasticidad que el agua. Con la Luna en Piscis, mi imaginario es profundo, confuso y poético.  

En esta serie, Aguas Muertas, retorno al negro, detalle que habia obviado por años. El agua es fuente de nacimiento irresistible y contínuo. Mezclo la viscosidad del acrílico para darle movimiento al pensamiento, jugar con los terminados entre mate, satinado y brillo, formando así densidades en color y forma. La necesidad de seducir por medio del color y los trazos gestuales me despertaron la curiosidad por la formalidad pictórica que desarrollo en esta serie. Al “brincar el charco” (así le decimos en Puerto Rico cuando se cruza el Océano Atlántico) redescubrí mi pasión por el empasto y la pintura de formato pequeño con carácter autobiográfico sobre lino. En estas obras realizadas durante mi residencia en La Gomera logré expresar el dolor, la intriga y la transformación que se vive al mudarse a un país nuevo.

La muerte es una especie de comienzo al cual la condición humana teme. Crear una imagen nueva, le permite al espíritu canalizar la pérdida. Crear una dirección diferente, que abre camino y puertas a lo desconocido. Como el cauce de un río, en ocasiones se desborda y destruye así su alrededor para dar paso a comienzos, vida nueva, agua fresca.

La abstracción es la creación de imágenes que habitan en el subconsciente, cito a Gastón Bachelard, en El Agua y los Sueños, con fin de materializar este pensamiento:

“Es necesario perseguir esas imágenes que nacen de nosotros mismos, que viven en nuestros sueños, esas imágenes cargadas de una materia onírica y densa que es un aliento inagotable para la imaginación material.” (p. 35)

La magia de La Gomera es inexplicable, su serenidad e intensidad energética se pueden presenciar desde que pisas tierra. Para llegar a esta isla viajé al sur de Tenerife, tome el “ferry” desde el puerto de Los Cristinanos, el cual me llevó a San Sebastián, la capital de la isla.

Isla de atardeceres encantados, con vista al silencio del Atlántico, posee un ecosistema variado que cambia abruptamente de desierto a bosque subtropical, y en ocasiones recibe unos vientos intensos, provenientes del Sahara. Mis pinturas capturan la serenidad, son abstracciones de vistas panorámicas, la oscura realidad de los locales y la sombra bajo la cual vive el panorama canario, en relación a la península. 

La erupción del volcán en Cumbre Vieja, La Palma, se veía desde la distancia. Sentí un llamado de alerta y un renacer de conciencia. Esta serie se compone de lienzos pequeños (24 cm. x 33 cm.) sobre lino, utilizando pintura acrílica directamente del envase - como una turista más - que compra la cultura empaquetada de una isla colonizada.

Los cuadros tienen un aire pop, con gestualidad abstracta y combinación de colores neones, enfrendado con negros solidos. Sugieren lo sublime, ese sentimiento de conexión que sentí al entrar en contacto con la naturaleza de La Gomera. Son mapas de la memoria, recuerdos de vivencias y actos de meditación. Mi proceso creativo requiere control y disciplina, cada capa de pintura tiene su tiempo de secado, conservando así los colores de manera pura. La pureza de cada mancha conserva su esencia, con ligereza y precisión. 

Luego de haber pasado nueve meses estudiando una Maestria en Realidad Virtual dedicando largas horas frente a una computadora, mi estancia en La Gomera me permitió experimentar y pintar sin el uso del pincel para plasmar sobre lienzo nuevas miradas. En medio de la pandemia este fue mi respiro, mi despertar, mi cambio de dirección plástica.